Hacia otro paradigma de civilidad !!!!!
"sólo después de que el último río haya sido destruído, sólo entonces nos daremos cuenta de que el oro no se puede beber" (Profecía Tribu Cree, Norteamérica)

Ennio Morricone - Rivers

24 feb 2008

Fuentes y Tecnologías Competitivas para no destruir nuestros ríos - Miguel Márquez

En los últimos quince años Chile ha crecido a un ritmo de un 5,5 por ciento al año y el consumo de energía lo hace en 6 u 8 por ciento anual, dependiendo si se trata de electricidad o de combustibles. Esto quiere decir que por punto de crecimiento añadido, nuestro país requiere un punto y medio más de energía para crecer. La experiencia de los países desarrollados es lo opuesto. Esto es, por punto de crecimiento requieren de menos energía. En un lapso de veinte a treinta años, los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, han reducido el consumo de energía en más de un tercio. El patrón de consumo energético chileno no es sustentable ni en el corto ni en el largo plazo. La insostenibilidad de estas altas tasas de consumo de energía termina siendo pagada por la gente, así como por los ecosistemas y recursos naturales locales.
La Patagonia es una región cuyos recursos energéticos superan con creces sus necesidades. Las intenciones de instalar megacentrales en dicha zona tienen que ver con la voracidad de un sistema basado en la expansión física del mismo; en las ventas/utilidades como principal vector del mercado y en la ausencia de políticas energéticas.
Es probable que el intento de responder a preguntas como ¿más energía para qué?, ¿a qué costos? y ¿para quiénes? permita dar cuenta de lo limitado de las opciones tomadas hasta hoy, seguidas de propuestas que, a pesar de las intenciones de sus mentores, paradójicamente, en estos últimos treinta años, han profundizado la vulnerabilidad y dependencia de la matriz energética chilena, aumentado el peso del costo de la energía en los más pobres y en las regiones más alejadas del centro, y han transformado a la gran mayoría de las regiones del país en zonas severamente degradadas. Responder de manera adecuada a las preguntas planteadas más arriba requiere de un profundo cambio de visión y un reordenamiento de prioridades, proceso en el cual les caben roles fundamentales, tanto al Estado, como a ciudadanos y empresas.
Las opciones energéticas y tecnológicas que nos permiten evitar destruir Aysén y Palena existen: el uso eficiente de energía como punta de lanza de una política energética responsable
con los desafíos que Chile y el mundo enfrentan; el cambio en los patrones de consumo; el fomento decidido a las fuentes renovables de energía; el impulso a la modernización de las soluciones convencionales con nuevas tecnologías (uso termoeléctrico de carbón chileno, o cambio de turbinas y generadores en hidroeléctricas antiguas, por ejemplo); el fomento de la cogeneración y de la generación distribuida; revisión de los mercados y del marco regulatorio
—débil y limitado en el sector eléctrico, inexistente en el de los derivados del petróleo, e informal en el caso de la biomasa o leña—; uso de recursos hídricos con centrales de menor tamaño y de paso; adopción de normas estrictas para la construcción y transporte; fomento a la innovación y a las nuevas fuentes (hidrógeno, celdas de combustibles).
Por consiguiente, Chile presenta claramente alternativas de desarrollo energético que permiten mantener intacta la Patagonia chilena y solo se necesita de voluntad política para su implementación.

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